Hay cosas que no cambian. Dejé de creer en casi todo lo lógico, ya que no había lógica en que se pudiera parar un corazón y uno pudiera siguiera respirando. Y es que, no sé como suceden las cosas, ni cómo, ni por qué, pero resulta que llegado a cierto punto, te acabas dando cuenta, de que tú que te creías invencible, también necesitas besos en el cuello como el resto de los mortales, y que a veces, estás más perdido cuando no te pierdes en nadie.
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