Hay un abanico que resbala,
entre tus ojos y mi espalda,
que se ciega, se distinge, se dilata,
como si fuera una cordillera nevada,
una cumbre borrascosa,
un ciclón sin temperamento.
Hay una circustancia que delata,
entre tu boca y mis ganas,
que resbala, se encoje y se emplasta,
como si fuera un altibajo sin importancia,
una nube voladora,
una cumbre borrascosa.
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