Pages

Irene y Daniel.

El asfalto, como si fuera un rio ardiendo, dibujaba colores en su sombra, mientras ella los pisaba con sus botas. Mientras su rojo pelo y labios se enrredaban siendo el acorde de la canción que sonaba a escasos metros de allí. Sucedio, como siempre en estos casos, que ella iba perdida, y él queriendo encontrarse. Y como un imán invisible sucedió. La ciudad, como un iluminado laberinto de rincones, iba encendiendose lentamente, al ritmo que marcaron las diez. Las miradas felinas se apilaban en los altos tejados, como no queriendose perder el espectáculo. Irene, como queriendo protegerse de algo ficticio, se llevo las manos a los bolsillos, escondiendolas fuertemente hasta que sintieron su piel. Daniel se llevo las manos a la boca, intentando exhalar algo de calor para ellas. Todo fué cuestión de segundos. En un centimetro y medio, las pupilas de Irene se dilataron escondiendo casi por completo el azul de sus ojos. Daniel, casi bizqueando de tenerla tan cerca, rozo sin querer la textura de su falda marrón. Se acerco a su pelo, parecia que se había acabado el frío por un momento. Pero al segundo siguiente, todo estaba helado como antes.

1 comentario:

  1. ¡Tu ves!

    Me hace (y hacía) falta leer algo tuyo, aunque sea antiguo.

    Espero una dosis de estas más a menudo.

    Un beso :)

    ResponderEliminar