Había estado lloviendo todo el día dentro de casa, en su cama, en sus sábanas verdes arrugadas a la altura de sus rodillas. El café seguía enfriándose en la mesa desde hacia horas al lado de un libro de Benitez Reyes, la ventana estaba abierta y de vez en cuando el aire movía la fina cortina que ondeaba tan cansada como Daniela, ahogandose en el colchón.
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