Había un vacío casi imperceptible en sus grandes ojos, negros y débiles, fundido entre venas finas y rojas que se ahogaban cada medio minuto. Tenía esa sensación angustiosa anudando su traquea, de vez en cuando tragaba saliva y notaba en su garganta el gesto molesto, como por falta de respiración, incluso de equilibrio. Era tan voluble e inestable, tan dolorosamente peligroso, que, creo, no me importó herirle aún más, era como si fuera imposible.
No hay comentarios:
Publicar un comentario