¡Que bonito es el frío!

Leire caminaba con paso firme y contundente, ignorando que el agua de los charcos le estaba calando los calcetines. Su chubasquero rojo podía verse desde el parque vacio que hay justo al lado de mi casa. Iba mirando como se pierden los neones calle arriba, sin esperar nada a cambio, jugando con las borlas que colgaban de su pañuelo negro y frío, reflejado sin querer en su mirada. Las calles, como novedad, estaban practicamente vacias, y ella, cómo si fuera la única en saber que el agua solo mojaba, caminaba despacio, atrapando sin querer algunas gotas de lluvía en su gorro de lana. Tiritaba despacito, entre dientes...llego el frío, por fin.