La noche se encendió deprisa sobre la ciudad, mientras se iluminaba, farola a farola, todo el paseo del puerto. Había un gato perdido maullando en la oscuridad de la arena de la playa, y se veían las luces de los barcos al fondo, como náufragos a la deriva a unos pocos metros de tierra firme. Te sentaste en el banco más próximo, yo te miraba desde lo alto, viendo como con tu mano me pedías que me sentara a tu lado. Mi leve sonrisa simuló un sí inconsciente y me deje caer a tu lado. Hacía un frío dulce, que me obligó a recostarme sobre tu hombro. La noche se fué sucediendo ante nosotros, tú estabas cayado, como de costumbre, y yo hacía como que no me importaba.
No hay comentarios:
Publicar un comentario