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Era jueves, y no me lo merecía. Había venido como otras veces a casa, y se había sentado en el sofá que da a la ventana del patio interior, a mirar la fachada pelada y los pocos nidos que quedaban escondidos entre alguna teja. Le pregunté si quería agua o cualquier otra cosa, estaba haciendo demasiado calor, y me contestó con un monosílabo cortante y rotundo. Me quedé a esperar por si decía cualquier cosa, pero estaba ocupado estirando de un pequeño hilo gris de su viejo jersey, deshaciendolo poco a poco, como si ese hilo fuéramos nosotros dos y no nos estuviéramos dando cuenta de que todo se estaba erosionando.


2 comentarios:

  1. Las cosas siempre se desgastan y nunca nos solemos dar cuenta.

    Silvia.

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  2. y al final siempre es demasiado tarde.
    Gracias por pasar Silvia :)

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