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Era noche cerrada en tu balcón, las luciernagas colgaban en guirnalda desde el tejado y se quedaban a veces mezcladas en las copas de los árboles. El vecindario estaba a oscuras, cuatro farolas casi fundidas hacían de intermitente entre una casa y otra. La música era lenta, tú brazo iba tomando poco a poco posesión de mi espalda.

Pasar frío contigo se había convertido en mi afición favorita.

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