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Mi laguna estígia

Habían pasado las diez, y el viento, como si quisiera hablar, ondeaba las sábanas dejandolas frías y arrugadas. Mis parpados titubeaban como cuando quieres hablarme, o como cuando me hablas del tiempo por que no sabes ni que decir. Todo se ahogaba entre silencio y los acordes del disco de nirvana que no había dejado de sonar desde las seis. Bostecé acurrucandome entre tu pecho, escuchando como tu respiración se acompasaba sin pensarlo a la mia. Después, lo primero que vi al despertar fué el contraluz que se acomodó en tu cintura, intentaba abrazarte en un inutil esfuerzo, como si quisiera apartarte, pero te alcance con mi mano empujandote a mi lado en un estallido de fuerza poco común para la madrugada. Me acerqué hasta tus ojos y me bañe en ellos, creí que eran rojo fuego, que ardería en un infierno, pero todo se volatizó, tus ojos continuaban azules, inhundando la habitación y mis huesos, desde arriba hasta el suelo.

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