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Imaginas que estoy sola, en una habitación fría e hiriente, escuchando como el aire se cuela finamente entre los cristales y acto seguido extiendo una manta en la cama. Tú me estás mirando desde dentro de ella, vaciandome despacio con tus ojos verdes, pidiendome en silencio que te acompañe. Me siento en una silla y abro aquel libro que me dejaste cuando buscabas una excusa para hablar conmigo y noto como frunces el ceño. Realmente no estoy leyendo nada, estoy imaginandome que pasaría si ya estuviera contigo en la cama. Me llamas y voy.

2 comentarios:

  1. Entonces el te imagino, haciendo lo que ya esperabas que pasaria.

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  2. Las paredes de la habitación, al igual que las del corazón, se van contrayendo y adaptando a tus recuerdos. Tal vez así, deje de ser tan fría e hiriente.
    O quizás siga doliendo. Pero, bajo las mantas está permitido que duela. Es uno de los pocos sitio en los que no necesitas corazas, de esas que te limitan los pensamientos.
    Pierde todo atisbo de cordura en esa habitación pero no te quedes en lo que pudo ser.

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