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La vida secreta de los edificios.

Desde mi cuarto veía el frío, trepando por la fachada del edificio de enfrente, moviendo las persianas de madera blanca, con su incesante ruido molesto, desconcentrandome. Mi ventana estaba a la altura de la suya, pero sus cristales estaban cubiertos, una cortina de punto fino creaba siluetas en su comedor.
Mi ventana se había quedado abierta y miraba de reojo, por si apartabas la cortina para ver la calle, se había puesto a llover. A los pocos segundos tu persiana bajó, fue un ruido peor que el del aire. No quise esperar demasiado y baje la mia. Estaba saliendo de la habitación cuando escuche que la subías de nuevo y corrí para hacer lo mismo con mi persiana, pero se había quedado atascada.

2 comentarios:

  1. No era el destino entonces que se conocieran.

    Sara,

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  2. a veces el destino juega malas pasadas. Gracias por pasar Sara :)

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